La palabra intemperie, expuesto al tiempo, nos sugiere un posible sentido de estos cuerpos y el espacio que ocupan.
Aquí el espacio es habitado de diferentes maneras. Y en estos modos, en estos gestos, cada uno va definiendo sus bordes. Ya no es una figura humana, a modo de representación plástica. Es un sujeto con historia. Cuando hablamos de espacio habitable, hablamos de mundo posible. salimos de un cuerpo para habitar el cuerpo del mundo.
Los cuerpo de los cuales se habla en Intemperie lindan esos bordes, nos hablan de modos de estar en el mundo y de la interacción compleja entre sujeto y ambiente. Estos modos no están hechos de la añoranza de un lugar líquido y caliente, ni de la incompletud o desnudez. De hecho lo que los une es este rasgo de vulnerabilidad.
Los trabajos de Carla Del Bianco, Marcelo Marqués y Pablo Salvador Rocha nos proponen pensar la propia materialidad frente a lo otro; el espacio que nos define. Pero el cual es también definido a partir de nuestro gesto. Y quizás, paradojicamente, el velo con el cual cubrirnos de la intemperie.
En la obra de Carla Del Bianco esa intemperie nos ubica en el terreno simbólico de las imágenes arquetípicas, en el relato casi onírico de lo que precede a la razón. Es adentrarse, sin atajos, en una narrativa inconsciente que reproduce lo que el símbolo no puede. Es tal como dice, la psicóloga Pinkola Estés, el profundo anhelo de lo salvaje que todavía perdura es lo que deja a la razón como un instrumento estéril. Es entrar en un sueño, y dejar que ese sueño diga.