Las imágenes de Carla Del Bianco suceden, en su práctica artística, como revelaciones emergentes de una sensibilidad íntima, entendida a la vez como sustrato universal. Influenciada primero por el contacto con su tío abuelo, el escultor Leopoldo Garrone (quien supo acompañar su inquietud y rebeldía en la primera infancia) y por la psicología junguiana luego, sus obras vehiculizan inquietudes personales, para darle forma bella a los cuestionamientos que todos tenemos sobre la existencia y nuestra posición relativa en un mapa que trasciende territorios y temporalidades. Sus creaciones serán mejor apreciadas por quienes se inclinen a descubrir allí, los relatos de su propia historia. Los arquetipos junguianos, (que incorporan las experiencias pasadas del linaje, fondo antropológico de donde emerge cada individualidad), como así también la retórica visual renacentista, le sirven de medio para unas narraciones de poética onírica. Las imágenes que compone, se valen de relatos que la acompañan desde su infancia, como también de algunos anónimos y recuperados por la psicóloga junguiana Clarissa Pinkola Estes.